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Sarko y los fantasmas de mayo del 68: la medicina mediática de Kouchner

Diana Johnstone

Martes 8 de enero de 2008, por Redacción - Pueblos

En su último discurso importante de su exitosa campaña presidencial, Nicolas Sarkozy se lanzó a un estrafalario ataque a mayo del 68. "Mayo del 68 impuso el relativismo moral e intelectual en todos nosotros", declaró. Los herederos de mayo del 68 impusieron la idea que ya no había ninguna diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la falsedad, la belleza y la fealdad. "La herencia de mayo de 1968 introdujo el cinismo en nuestra sociedad y nuestras políticas".

Sarkozy incluso culpó al legado de mayo del 68 de las prácticas empresariales inmorales: el culto al dinero, a los beneficios a corto plazo, la especulación, los abusos del capitalismo financiero. El ataque de mayo del 68 a los estándares éticos ayudó a "debilitar la moralidad del capitalismo, a preparar el terreno para el capitalismo sin escrúpulos de paracaídas dorados y jefes canallas".

¿Esto quiso decir que el nuevo presidente planea llevar de vuelta a Francia a su indigesto y moralmente prístino pasado previo a mayo del 68? Desde luego que no. Nicolas Sarkozy, que era un adolescente apolítico adicto a la televisión en mayo de 1968, que vivía en un entorno burgués horrorizado por los desórdenes en las calles, es en sí mismo un heredero ejemplar del ambiguo mayo del 68 al que castigó con su diatriba electoral.

El poder de las imágenes en los medios.

El mayo del 68 en Francia fue una explosión social que sacudió el país en su propia versión de la fase contemporánea del desarrollo occidental. Sean cuales fueran las diversas intenciones e ilusiones de sus participantes, el aspecto más extraordinario de mayo del 68 fue su propio reflejo en los medios. La lección más potente fue el extraordinario poder de las imágenes en los medios. Nadie ha asimilado esa lección más a fondo y con más provecho que Nicolas Sarkozy.

La contradicción más fundamental de entre las muchas que marcan la agitación del mayo del 68 francés enfrentó al disciplinado Partido Comunista con los estudiantes radicales. El descubrimiento de los estudiantes de su propio poder para sacudir las mismísimas estructuras del estado extendió la ilusión de una revolución inminente. Con siete millones de trabajadores en huelga, el Partido Comunista utilizó su influencia para conducir la masiva huelga de los trabajadores hacia un acuerdo de compromiso con el aterrado gobierno de de Gaulle. Tanto si su propia revolución era una fantasía o no, la generación de mayo del 68 culpó a los comunistas por traicionarla al conformarse con unos aumentos de sueldo y unos beneficios sindicales. Como resultado, el anticomunismo es una parte significativa de la herencia ideológica de la generación de mayo del 68.

Una parte importante del movimiento radical intentó llevar la revolución a las fábricas. Un parte que tuvo más éxito fue a por los medios. La "revolución" movió su centro de gravedad de la clase trabajadora y la liberación del tercer mundo a los asuntos más personales y más propios de la clase media de una "nueva izquierda" centrada en la liberación sexual, las políticas de identidad, la ecología y los derechos humanos.

La nueva Derecha releva a la vieja Nueva Izquierda.

En sus primeros días como presidente de Francia, Nicolas Sarkozy ha demostrado que los valores de la nueva izquierda son perfectamente compatibles con la derecha moderna. Sarkozy se ha agarrado a esos "valores" y se ha apropiado de ellos.

Paridad entre hombres y mujeres. Sarkozy ha formado un gobierno con ocho hombres y siete mujeres como ministros. Dos mujeres ocupan los puestos más importantes con respecto a la ley y el orden: Justicia e Interior. En occidente, ya no hay ninguna diferencia real entre izquierda y derecha en cuanto a la igualdad de las mujeres. Igualdad entre razas y etnias. Sarkozy ha nombrado a Rachida Dati, una mujer de 41 años hija de inmigrantes norteafricanos, como Ministra de Justicia. Esto está en concordancia con su proclamado deseo de adoptar una política de "discriminación positiva" a favor de las minorías étnicas, tomando como modelo la acción afirmativa en Estados Unidos. El padre de Dati era una inmigrante marroquí que trabajaba en una fábrica y su madre es argelina. Esta fotogénica dama de hierro estará al cargo de mantener las muy controvertidas reformas judiciales de Sarkozy, previstas para tomar medidas aún más duras contra la delincuencia juvenil en los suburbios de donde ella procede. Ecología. El medio ambiente ha ascendido desde un ministerio menor casi sin presupuesto hasta lo más alto del gabinete, un nuevo Ministerio de Ecología y Desarrollo Sostenible bajo el ex primer ministro Alain Juppé. Esto le puede haber dado el tiro de gracia al partido verde francés, les Verts, que ya estaba contra las cuerdas después de un resultado miserable en la primera ronda de las elecciones presidenciales. El reconocimiento universal del calentamiento global y sus riesgos, lejos de fortalecer a los Verdes, les ha zancadilleado; al menos de momento. El nuevo gobierno adoptará medidas fiscales ecológicas con la esperanza de estimular un nuevo ciclo empresarial, en contraposición a los restrictivos proyectos "verdes" que a menudo se han retratado como anticrecimiento, implicando así una impopular reducción en la calidad de vida. Derechos humanos. Éste es, con diferencia, el más peligrosamente ambiguo de los "valores" que Sarkozy ha birlado de la izquierda posteconómica. Con su elección de Bernard Kouchner como ministro de exteriores, Sarkozy ha abandonado el "realismo" en favor de la "intervención humanitaria" como la base de la política exterior francesa. La buena noticia es que el mundo ha cambiado de tal modo que incluso la derecha abraza estas causas progresistas.

La mala noticia es que los valores universalmente aceptados pueden, por su propia naturaleza, ser utilizados para una amplia serie de propósitos, incluso como pretextos para la opresión y la guerra.

Kouchner: de la medicina a los medios.

Presentar el nombramiento de Kouchner como una generosa "apertura a la izquierda" es la broma más macabra que Sarkozy ha hecho hasta ahora sobre el Partido Socialista. Si el Partido Socialista Francés está avergonzado, sólo puede echarse la culpa a sí mismo. Por su fama mediática, los socialistas le han permitido utilizar el partido para progresar en su carrera, incluso aunque su "socialismo" ha consistido en advertirles de que abandonaran completamente el socialismo, y una vez en el parlamento europeo gracias al Partido Socialista se unió a otro grupo, los Radicales de Izquierda.

Kouchner no se ha "pasado a la derecha": ahí es donde ha estado durante unas tres décadas, pero el Partido Socialista ha sido demasiado oportunista para prestar atención. Mayo del 68 fue probablemente la última vez que Kouchner estuvo de verdad en la izquierda, pero ha estado utilizando esa reputación desde entonces, como un miembro de la élite mediática conocida como la "izquierda del caviar". En mayo del 68, Kouchner saltó a la palestra política como un líder huelguista en la facultad de medicina de la Universidad de París. Su oposición al poder establecido no duró mucho. Cuatro meses después, se unió a un equipo médico organizado por el gobierno francés para proporcionar ayuda humanitaria a la efímera república secesionista de Biafra. Esta misión médica fue el lado humanitario de una operación francesa encubierta que también proporcionó ayuda militar a los rebeldes de Biafra, cuya disidente región del sudeste nigeriano casualmente incluía los vastos recursos petrolíferos del país.

En mayo de 1967, después de una escalada militar entre oficiales del ejército nigeriano pertenecientes al grupo étnico cristiano Igbo (o Ibo) y los Hausas musulmanes, los líderes Igbo proclamaron su propia República Independiente de Biafra. A esto le siguió una sangrienta guerra civil. Biafra recibió ayuda militar encubierta y de otro tipo desde Francia, Sudáfrica, Portugal e Israel. Armado por Gran Bretaña y la Unión Soviética, el ejército nigeriano tuvo éxito en imponer un bloqueo económico para someter a Biafra por el hambre. En enero de 1970, la resistencia Igbo cayó, y el área rica en petróleo fue reincorporada a Nigeria.

Kouchner pasó rápidamente de la medicina a la propaganda. De vuelta en París en 1969, cooperó con los servicios de inteligencia franceses para fundar un Comité contra el "genocidio en Biafra". Desde luego los civiles de Biafra sufrían una terrible hambruna, pero el uso del término "genocidio" sirve para pintar un conflicto sobre el control de un territorio como un asalto unilateral dirigido a exterminar una población.

La utilización de misiones humanitarias para levantar la simpatía internacional hacia un bando en un conflicto marcó una ruptura abrupta con la tradición de la Cruz Roja Internacional de mantener una estricta neutralidad en los conflictos para poder tener acceso a las zonas de guerra. En Diciembre de 1971, trece médicos que habían trabajado en Biafra rompieron con la Cruz Roja Internacional para fundar Médecins sans Frontieres (MSF, Médicos sin Fronteras). Kouchner fue el cofundador que a partir de entonces se dedicó más asiduamente a la parte de la publicidad.

Al principio, bajo el impacto de las comparaciones con el genocidio nazi en la Segunda Guerra Mundial, esta nueva aproximación fue bienvenida como una opción más moral que la vieja discreción de la Cruz Roja. El inconveniente es que está basada en dos asunciones cuestionables. Primero, la asunción maniquea de que en cada conflicto hay un bando "bueno" formado por las víctimas y uno "malo" que quiere asesinarlas a todas. Y segundo, que la intervención occidental, enardecida por los medios, puede resolver esos problemas por la fuerza. Poco a poco, la escuela de pensamiento "realista" que duda sobre estas asunciones ha sido desacreditada como inmoral.

La tragedia de Biafra estableció una pauta. Una o más potencias occidentales apoyan una secesión minoritaria. El régimen existente toma medidas brutales contra los rebeldes, más aún cuando sospecha que las potencias occidentales que apoyan a los secesionistas tratan de explotar la rebelión para poder apoderarse de territorio o recursos para sus propios propósitos. Los trabajadores humanitarios hacen sonar las alarmas y los fotógrafos envían a los medios occidentales imágenes conmovedoras de seres humanos sufriendo. Los humanitarios occidentales describen la tragedia como "genocidio" y piden una intervención militar. Tanto si al final hay intervención militar como si no, las poblaciones involucradas continúan siendo víctimas del odio mutuo, intensificado por la dramatización de los medios.

Durante los 70, una década durante la cual una serie de grupúsculos de izquierda se agotaron, preparando el camino para la ofensiva ideológica anticomunista dirigida por los "nuevos filósofos", Kouchner descubrió la utilidad política del periodismo de catástrofes. El clímax llegó en 1979, cuando se unió a los nuevos filósofos en un gesto ostensiblemente humanitario, "una barca para Vietnam". Llamando la atención de los medios sobre la apremiante situación de la "gente de las barcas" vietnamita, huyendo de la miseria económica de su país, devastado por la guerra, los humanitarios franceses no hicieron ninguna contribución significativa al bienestar de los vietnamitas, que llevaban mucho tiempo sufriendo. Sin embargo, habían encontrado una manera aceptable de denunciar lo que ellos llamaban el "gulag vietnamita", evitando así las simpatías hacia el movimiento de liberación vietnamita que había ganado una admiración casi universal durante su resistencia en la guerra contra EE. UU. Ignorando el factor de la penuria económica causada por los años de bombardeos de EE. UU., el gesto fue un paso significativo en la redefinición de "la izquierda" como algo dedicado exclusiva y militantemente con los "derechos humanos" independientemente del contexto. Apenas es una casualidad que esto coincidiera con la campaña de "derechos humanos" llevada a cabo por el presidente Carter y Zbigniew Brzezinski para recuperar la moral de EE. UU. tras el desastre vietnamita.

Para entonces, la explotación por parte de Kouchner de su papel como cofundador de Médicins sans Frontières como credenciales humanitarias para su propaganda política había causado fuertes desavenencias con la organización. Krouchner abandonó MsF para crear un grupo rival, Médecins du Monde (MdM; Médicos del Mundo), que ha seguido la línea de Kouchner de propugnar la "intervención humanitaria", incluyendo la intervención militar.

En enero y febrero de 1993, Médecins du Monde gastó alrededor de dos millones de dólares en una campaña pública que incluía unos 300.000 carteles y anuncios en televisión con estrellas del cine como Jane Birkin y Michel Piccoli, diseñada para identificar al presidente serbio Slobodan Milosevic con Hitler y a los campos de prisioneros serbobosnios con los campos de exterminio nazis [1].

Esta campaña publicitaria estaba repleta de mentiras. Pero para Kouchner, el fervor moral sobrepasa claramente a la sinceridad en la escala de valores. La idea original de identificar temporalmente los campos de prisioneros serbobosnios como el equivalente de los campos de exterminio nazi surgió del líder de los musulmanes de Bosnia, Alija Izetbegovic. En 2003, Kouchner visitó a Izetbegovic en su lecho de muerte donde tuvo lugar la siguiente conversación en presencia de Richard Holbrooke.

Kouchner: ¿Recuerdas la visita del presidente Mitterrand...? Durante esa conversación hablaste de la existencia de ’campos de exterminio’ en Bosnia. Repetiste eso delante de los periodistas. Eso provocó considerable emoción por todo el mundo. François me envió a Omarska y liberamos otras prisiones. Eran lugares horribles pero la gente no era exterminada sistemáticamente. ¿Tú sabías eso?

Izetbegovic: Sí. Pensé que mis revelaciones podrían precipitar los bombardeos... Sí, lo intenté, pero mi afirmación era falsa. No había campos de exterminio sea cual fuere el horror en aquellos lugares.

Kouchner concluye: "La conversación fue magnífica, que un hombre en su lecho de muerte no nos escondiera nada de su papel histórico. Richard y yo expresamos nuestra inmensa admiración" [2].

Para Kouchner, el hecho de que un "papel histórico" esté basado en la falsificación sólo provoca admiración. Las guerras de desintegración de Yugoslavia fueron la ocasión ideal de poner en práctica lo que para entonces se había convertido en la marca de la casa de la doctrina de la "intervención humanitaria". Esto coincidió perfectamente con la necesidad de EE. UU. de proporcionar a la OTAN una nueva doctrina de la Posguerra Fría que permitiera a la alianza militar sobrevivir y expandirse. La doctrina entró en acción en marzo de 1999, cuando la OTAN comenzó su bombardeo de Yugoslavia durante dos meses y medio. Como recompensa, Kouchner recibió el nombramiento como alto comisionado de las Naciones Unidas a cargo de la administración civil del Kosovo ocupado (UNMIK). Como dictador virtual de Kosovo desde el 2 de julio de 1999 hasta enero de 2001, Kouchner demostró la naturaleza de su "humanitarismo": lisonjeando el favoritismo para las "víctimas" designadas por la OTAN, es decir, la mayoría albanesa, junto con esfuerzos esporádicos para utilizar su elegante encanto para aplacar a los representantes de los asediados serbios. El resultado fue desastroso. En lugar de promover la reconciliación y el entendimiento mutuo, permitió que la provincia acabara aún más bajo el control de los clanes armados y los gangsters, que hasta entonces habían aterrorizado a los no albaneses con impunidad.

Kouchner es un humanitario selectivo. Da la casualidad que las víctimas que despiertan su indignación son siempre las que favorecen los intereses imperiales de Francia o EE. UU.: la gente de Biafra, los vietnamitas no comunistas, los albaneses de Kosovo. Nunca se agitó tanto por los sufrimientos de las víctimas nicaragüenses de los asesinos de la Contra, apoyados por EE. UU., y del sabotaje en los 80, ni por las limpiezas étnicas de los serbios y los gitanos en Kosovo después de que él tomara el mando, y mucho menos por las víctimas palestinas de la limpieza étnica Israelí.

Tampoco inspiraron su entusiasmo cruzado las víctimas del duro gobierno militar de Birmania, al menos no en 2000, cuando recibió 25.000 euros de la compañía petrolífera francesa Total para escribir un informe sobre las actividades de Total en ese país. El informe, de 19 páginas, escrito tras un breve recorrido guiado por las instalaciones de Total, defendía la construcción por parte de Total de un gasoducto en Birmamia de las acusaciones de que la compañía se estaba beneficiando del uso por parte del gobierno de trabajo esclavo en la construcción de proyectos. Ahora, pudiera ser que la compañía fuera inocente, como dijo Kouchner. Pero lo que es cierto es que Kouchner no fue elegido por su minuciosidad investigadora, sino por su reputación "humanitaria".

No sorprende entonces que tras su nombramiento como Ministro de Exteriores, Médecins sans Frontières haya pedido públicamente a Kouchner que deje de utilizar su nombre como un modo de establecer credenciales humanitarias. En realidad, Kouchner hace mucho que ha dejado de ser otra cosa que un publicista de la intervención selectiva.

¿Un eje del bien francoamericano?

Las perspectivas de este peso ligero sabueso de la publicidad como ministro de exteriores francés son alarmantes y cómicas. Es difícil saber si reír o llorar.

Si quieres a alguien que justifique una intervención militar, Kouchner es tu hombre. Si hubiera estado al mando del Quai d’Orsay (edificio del Ministerio de Asuntos Exteriores Francés, N. del T.) en marzo de 2003, su contribución a la debacle iraquí hubiera sido aconsejar a George W. Bush que dejara el tema de las "armas de destrucción masiva" y que hiciera campaña por una guerra por los "derechos humanos", para poderse "librar del dictador Saddam Hussein". Al menos, eso es lo que él ha dicho en repetidas ocasiones desde entonces. Kouchner cree que es una vergüenza que Bush utilizara el pretexto equivocado par destruir Irak. Incluso culpó a Francia de "forzar" a los Estados Unidos a acelerar la invasión blandiendo la amenaza de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU [3]. No se le ocurrió que la gente de Cheney y Wolfowitz considerara que asustar al pueblo americano con la ilusión de la "defensa propia" funcionaría mejor que apelar a su altruismo. En cualquier caso, Irak está en ruinas, lo que no parece inmutar al humanitario de carrera más famoso de Francia.

Hasta ahora no hay indicios claros de que Sarkozy quiera involucrar a Francia en una guerra. ¿Para qué sirve entonces Kouchner? Desde luego su experiencia como cabeza de la Misión de Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK) no hizo nada para alterar la impresión de que está mucho menos dotado para la administración que para la autopromoción. Pero ése es el principal talento de su nuevo jefe, que es alguien a quien no le gusta compartir la primera fila. Además de ayudar al partido de Sarkozy a barrer en las próximas elecciones parlamentarias, no está claro cuál es el propósito de Kouchner o cuánto va a durar en su puesto.

Ha comenzado de una manera típica, haciendo declaraciones estrafalarias diseñadas para sonar bien en los medios. La creación de un tribunal especial internacional para juzgar a los asesinos (sin identificar) del antiguo primer ministro libanés, Rafik Hariri, "muestra el deseo de la comunidad internacional de restablecer la estabilidad de el Líbano", según Kouchner. En realidad, la politización internacional del caso casi seguro que va a desestabilizar más ese país. Kouchner llegó a decir que el tribunal especial correspondía a "los deseos del pueblo libanés, de todas las ideologías y creencia religiosas", lo que, de nuevo, simplemente no es cierto. Quizá hasta la mitad del pueblo libanés sospeche que un tribunal internacional patrocinado por las potencias occidentales se está preparando como un instrumento para culpar a Siria, como un pretexto para la guerra y para incriminar a Hezbollah, descrito constantemente como "el aliado de Siria". Desde luego, este tribunal patrocinado por Occidente no tiene en consideración la sospecha ampliamente difundida de que los israelíes, o los enemigos internos de derechas de Hariri, o ambos, tienen más que ver con la reciente ola de asesinatos que Siria, que ha sido la principal perdedora en el asunto Hariri.

Después, Kouchner pasó al número de Darfur, proponiendo que las fuerzas armadas francesas en el Chad crearan un "pasillo humanitario" para proteger la ayuda humanitaria para las víctimas del conflicto de Darfur en el vecino Sudán. Las mismas organizaciones de ayuda humanitaria que proporcionaron el fundamento moral inicial para la intervención de Kouchner rechazaron inmediatamente esta idea por inapropiada.

Denis Lemasson de Médécins sans Frontières, que hoy en día tiene 2.000 trabajadores ayudando a los civiles en Darfur, calificó la propuesta de Kouchner de "peligrosa", por la confusión que crearía entre ejército y operaciones humanitarias. Cualquier intervención militar forzaría la retirada de la mayoría de las organizaciones de ayuda y haría la situación peor de lo que es hoy, señaló.

Todas las organizaciones de ayuda francesas (MsF, Action contre la Faim, Solidarités e incluso Médecins du Monde (MdM)) están de acuerdo en que la única vía posible para acabar con la guerra civil entre el ejército sudanés, la milicia de Janajaweed y los diversos grupos rebeldes tiene que ser un acuerdo político, no una intervención militar. El presidente de MdM, Pierre Micheletti, señala que la población está dispersa "como los manchas de un leopardo" en una región del tamaño de Francia, en enclaves controlados por un bando o el otro, sin líneas divisorias.

Lemasson señala que las pasadas experiencias de "interferencia humanitaria" confirman sus preocupaciones. La operación "militar/humanitaria" de el ejército americano en Somalia en 1992, las "zonas de seguridad" en Bosnia, todas crearon ilusiones que llevaron al desastre. Además, añade Alain Boinet, el líder de Solidarités, el error de Irak demuestra que la paz no se puede imponer.

De modo que Kouchner ha llegado muy tarde. Es demasiado tarde para subirse al carro hacia el infierno de Bush en Irak. Ya ha sido desacreditado totalmente entre aquellos que saben de qué va en realidad una "intervención humanitaria" y que han intentado revertir el viejo modelo de neutralidad de la Cruz Roja para ganar el acceso a las víctimas. Retiene su popularidad frente e la opinión pública sólo gracias a que su cuidadosamente cultivada imagen mediática no ha sido sometida a un test de realidad público.

Kouchner quizá sea un personaje cómico, pero su comicidad oculta dos tragedias. Una es la tragedia de las esperanzas de un cambio social genuino que florecieron en mayo del 68, para ser cortadas cuarenta años después por la alianza entre un Sarkozy que las repudia y un Kouchner que es una parodia de ellas. La otra es la tragedia de lo que la política exterior francesa podría y debería haber sido, vislumbrada brevemente durante el memorable discurso de Dominique de Villepin del 14 de febrero de 2003 frente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En contra de las reglas y de la costumbre, los allí reunidos estallaron en aplausos. Parecía, por un momento, que la Francia podía ser una voz para la razón, para el realismo, para la paz y para un mundo mejor

Se necesitaba y se sigue necesitando desesperadamente a esa Francia. Pero lo que tenemos en su lugar es otro perro faldero.

Notas:

1. Diana Johnstone, Fools’ Crusade, Monthly Review Press, p.74.

2. Bernard Kouchner, Les Guerriers de la Paix, Paris, Grasset, 2004, pp.373-374.

3. "Il faut bien le dire, à la décharge des Américains, que leur hâte à intervenir eût été moins marquée si, face à eux, ils n’avaient pas trouvé un pays, la France, qui, en brandissant la menace du veto, les a forcés à accélérer le pas." Le Figaro, October 4, 2003.


Este artículo ha sido publicado en la web ZNet en español en su edición de enero 2008

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