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EL GOBIERNO COMBINA LA POLÃ TICA DE CUPOS CON DURAS MEDIDAS CONTRA LOS REFUGIADOS

Australia: el trato inhumano a los demandantes de asilo

Miércoles 1ro de febrero de 2006, por John Casey

Para comprender el fenómeno de la inmigración en Australia hay que tener en cuenta que es una isla sin terreno fronterizo con otros países. Así, las autoridades pueden controlar fácilmente la entrada en Australia. El número de personas que tratan de entrar clandestinamente es reducido. Debido a la distancia que tienen que recorrer, se detectan casi todas las barcas y sus pasajeros son detenidos por las autoridades migratorias. Se calcula que hay unos 50.000 inmigrantes sin papeles en Australia; la mayoría, personas que entraron como turistas y cuyo visado ha caducado.

Sin embargo, Australia no está cerrando sus fronteras: durante los próximos años planea aumentar su contingente de inmigrantes a unos 120.000-150.000 al año, así como incrementar su cupo actual de 12.000 refugiados.

Australia es el país industrializado con el porcentaje más alto de inmigrantes. Alrededor del 23 por ciento de la población ha nacido fuera de sus fronteras, y más de la mitad de los australianos tiene al menos un progenitor que ha nacido en el extranjero. Los inmigrantes que llegan dentro del cupo oficial reciben un visado permanente y no existe una separación entre visados de trabajo y de residencia. Así, todos los inmigrantes y sus familias tienen derechos de por vida para vivir y trabajar en Australia desde su llegada.

A pesar del programa de entrada de inmigrantes en cupos, Australia tiene una política increíblemente dura contra los que llegan clandestinamente por barco o sobrepasan el tiempo de estancia de sus visados de turistas y demandan asilo. En la última década, los demandantes de asilo provenían sobre todo de Afganistán e Iraq, pero ahora el grupo más amplio viene de China.

Todos los demandantes de asilo están sujetos a una política de detención obligatoria, y a la mayoría se les envía a centros de detención en el desierto, lejos de los centros de población, o a islas en el océano Pacífico. Una vez que están en los centros de detención, se les retiene indefinidamente hasta que se resuelve su demanda de asilo o se les deporta. Algunos detenidos han estado retenidos hasta siete años, a pesar del hecho de que oficialmente no se les acusa de ningún crimen.

Varios delegados de la ONU han dicho de los centros de detención australianos que son “peores que las prisiones”, y “una ofensa a la dignidad humana”. Según Amnistía Internacional, “Australia viola claramente sus obligaciones con los derechos humanos en el trato a demandantes de asilo y refugiados. Quienes buscan asilo en Australia, huyendo de los abusos de derechos humanos que sufren en otros países, se encuentran con un sistema que viola aún más sus derechos”.

Desde que el primer ministro conservador John Howard fue reelegido en 1994, su Gobierno ha estado a la defensiva con sus otrora políticas populares de detención obligatoria. Ha habido escándalos sobre detenciones erróneas y deportaciones de residentes legales a los que se confundió con inmigrantes ilegales. También se dio una gran corriente de simpatía pública hacia los detenidos cuando un niño nació en un centro de detención, así como cuando algunas personalidades destacadas de la vida australiana presionaron para que se liberase a un demandante de asilo que había estado detenido durante siete años.

Frente al descontento popular con el partido gobernante, la estrategia del Gobierno ha consistido en cambios pragmáticos sin alterar sus políticas. Últimamente se ha liberado a los niños y a sus familias de los centros de detención (pero siguen detenidos en casas particulares, y los adultos sin derecho a trabajar), y un grupo de refugiados, que el Gobierno había descrito como “demandantes de asilo fallidos”, ha sido discretamente liberado.

Pero los cambios son sólo cosméticos y la detención obligatoria siguen siendo la política gubernamental. El primer ministro recordó recientemente a los miembros de su partido que su éxito político se debe a esas medidas. Desgraciadamente, también les apoyan el sector conservador del Partido Laborista en la oposición. No les importa que esas políticas hayan demonizado, encarcelado y ocasionado problemas mentales a personas que no han cometido ningún crimen.

Pero también hay un movimiento masivo que se opone a estas políticas. Algunos ayuntamientos se han declarado “Zona de bienvenida a refugiados”. Instituciones como sindicatos, iglesias, organizaciones legales y psiquiátricas, grupos de barrio, artistas y numerosos individuos han formado parte de la lucha por un trato más humano. Pequeños partidos opositores, como los Verdes o los Demócratas, además de facciones disidentes del Partido Laborista, se oponen a la política oficial.

El movimiento de apoyo a los refugiados, con su energía y tesón, se ha convertido en la piedra en el zapato de Howard. Crecerá hasta que Australia tenga un sistema de asilo que, en vez de castigar, acoja a las personas que huyen de la pobreza y la persecución.


Este artículo ha sido publicado originalmente en la edición del 19 de enero al 1 de febrero de 2006 del periódico Diagonal (Pag. 45).

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