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La senda de la palabra comunitaria en Latinoamérica

Maria Reyero

Viernes 25 de noviembre de 2011, por Revista Pueblos

Durante la madrugada del 28 de junio de 2009, un pequeño país centroamericano vivía la más increíble crisis política de su historia reciente. El presidente electo democráticamente, que había llevado a cabo algunas políticas cercanas a los intereses del pueblo, era despertado a punta de fusil por militares, y trasladado contra su voluntad, en pijama, al país vecino.

En la mañana siguiente, en ese país llamado Honduras, uno podía prender la radio, mirar la televisión, hojear el periódico, sin darse cuenta de lo que había sucedido unas horas antes. Los medios de comunicación masiva estaban en manos de las mismas personas que impulsaron el Golpe de Estado. Claro que ninguno de esos medios habló de golpe de estado. En el interior de los periódicos, a mitad del noticiero, entre asesinatos y goles, se hablaba tímidamente de “sucesión constitucional”. Al pasar las horas se fueron cruzando informaciones.

“Zelaya (así se llamaba el presidente) está loco, por eso lo sacaron del poder”. “No lo sacaron, renunció”. “Él mismo escribió y firmó su renuncia”.

Los hondureños y hondureñas estaban confundidos. Nadie sabía qué estaba pasando. Los medios no decían prácticamente nada, y lo que decían sonaba a mentira.

Mientras tanto, en diferentes puntos del país, un puñado de pequeñas emisoras trabajaba frenéticamente. Los dueños de esas emisoras no eran golpistas. No eran empresarios, ni políticos, ni familias de oligarcas. Esas emisoras eran propiedad de sus pueblos, así que no tuvieron miedo de llamar a las cosas por su nombre: en Honduras tuvo lugar un GOLPE DE ESTADO.

Así, esas radios, con nombres tan sonoros como Radio Faluma Bímetu, Radio Durugubuty o Radio Guarajambala, ocuparon las ondas hertzianas para llevar la información de lo que estaba pasando hasta las comunidades más recónditas. Al ver que en Radio América o El Heraldo solo se retransmitía música y partidos de fútbol, la gente, que quería saber lo que realmente estaba ocurriendo en su país, empezó a sintonizar esas otras pequeñas emisoras. Y no sólo los habitantes de Honduras empezaron a escucharlas, sino que estas radios empezaron a informar a través de Internet de lo que estaba pasando en su país al mundo entero.

Pero este proceso, esta toma de la palabra en un momento histórico clave por parte de pequeñas emisoras radiofónicas, no es algo nuevo. No empieza espontáneamente el 28 de junio de 2009 en Honduras. Ese momento fue posible gracias a la consolidación de un movimiento de radios comunitarias, populares, alternativas, indígenas y campesinas que llevaba años, décadas, fraguándose y construyéndose en toda la región.

Comunicación popular en Mesoamérica: construyendo el camino para la radio comunitaria La radio comunitaria es, a día de hoy, una de las herramientas que los pueblos en Mesoamérica (esa vasta región que va desde Puebla –en el centro de México- hasta Panamá) están usando para comunicarse. Pero desde tiempos precolombinos estos mismos pueblos han tenido siempre la necesidad de comunicarse, creando ricas herramientas para ello.

Cuentan las comunidades garifunas, pueblo afrodescendiente que se extiende por la costa caribeña de Belize, Guatemala, Honduras y Nicaragua, que sus ancestros y ancestras usaban enormes caracoles de mar para mandarse mensajes de comunidad a comunidad. Así, este instrumento no sólo se utilizaba como parte de los rituales y tradiciones espirituales, sino que también era útil para mandarse mensajes de alerta, convocatorias y saludos. Aún hoy, en las remotas comunidades del “País Garífuna”, ése que todavía escapa a los impactos del mundo moderno y a dónde no llegan las carreteras ni caminos, al que sólo puede entrarse por el mar, puede escucharse el sonido de los caracoles.

A lo largo de la historia de los pueblos en Mesoamérica se ha ido introduciendo la tecnología (entendida como cualquier avance creado por el hombre o la mujer para facilitar determinada actividad) para mejorar la comunicación. De esta manera, se introdujeron las pinturas con pigmentos para elaborar complejos murales que daban cuenta de la historia de las civilizaciones, muchos de los cuales aún perduran.

A lo largo del siglo XX se recuperó esta técnica para denunciar a los regímenes autoritarios que asolaban la región, conmemorar a quienes habían caído en la lucha o hacer llamados a la acción. Muros y pancartas sirvieron de plataforma de expresión para hacer llegar el mensaje de la lucha a toda la población, incluyo aquélla que no sabía leer.

Más tarde llegaron los afiches y mosquitos (nuestros panfletos), los fanzines, y los “altoparlantes” (altavoces) en las plazas de los pueblos, desde dónde se daba lectura de las noticias más relevantes, se lanzaban convocatorias para actividades o movilizaciones o se dejaba el micro abierto para los comentarios de vecinos y vecinas. La llegada de la radio a las comunidades supuso que este método de transmisión de la palabra oral adquiriera una nueva trascendencia, al superar las fronteras de la plaza, de la comunidad y llegar más lejos.

¿Qué es una radio comunitaria?

El término “radio comunitaria” se aplica a modelos muy diferentes y diversos de hacer radio, en función del contexto y determinados intereses,

En general, las radios comunitarias son emisoras que, no sólo se encuentran ubicadas en comunidades (rurales o urbanas), sino que son propiedad de ésas comunidades, son manejadas por ésas comunidades y están al servicio de ésas comunidades.

Para afinar un poco más el concepto, veamos lo que nos dice el comunicador y radialista apasionado José Ignacio López Vigil: « Cuando una radio promueve la participación de los ciudadanos y defiende sus intereses; cuando responde a los gustos de la mayoría y hace del buen humor y la esperanza su primera propuesta; cuando informa verazmente; cuando ayuda a resolver los mil y un problemas de la vida cotidiana; cuando en sus programas se debaten todas las ideas y se respetan todas las opiniones; cuando se estimula la diversidad cultural y no la homogenización mercantil; cuando la mujer protagoniza la comunicación y no es una simple voz decorativa o un reclamo publicitario; cuando no se tolera ninguna dictadura, ni siquiera la musical impuesta por las disqueras; cuando la palabra de todos vuela sin discriminaciones ni censuras, ésa es una radio comunitaria’’ Es importante aclarar el concepto ya que, en varias ocasiones, ha sido apropiado por instituciones y poderes con el fin de manipular a la población y obtener beneficios. Es el caso de las radios evangélicas en Guatemala, que han estado usando los últimos años el adjetivo de “comunitarias” para beneficiarse de la protección legal que brindan algunas organizaciones de carácter internacional como la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) y porque bajo el paraguas de “comunitarias” es más fácil calar (y así imponer su mensaje “evangelizador”, proselitista) en las comunidades. Pero estas radios no son propiedad de las comunidades, y en pocos casos están manejadas por ellas, lo único que las hace “comunitarias” es el hecho de encontrarse físicamente instaladas en comunidades del área rural.

También conviene desenredar el concepto e intentar llegar a una aproximación de su función y valor, ya que frecuentemente ha sido tildada despectivamente de “radio pirata”. El calificar a estas radios como piratas, se entiende dentro de la lógica legalista que criminaliza a los medios de comunicación que no han obtenido los permisos gubernamentales necesarios para trabajar. Unos permisos prácticamente imposibles de conseguir dentro del marco jurídico extremadamente restrictivo en que se mueven. Más adelante hablaremos de las legislaciones acerca de radiodifusión existentes en la región.

¿Por qué la radio?

En las últimas décadas ha crecido asombrosamente el movimiento de radios comunitarias en toda América Latina. Mientras en Occidente este tipo de emisoras surgen mayoritariamente en los núcleos urbanos, en Latinoamérica hay multitud de radios que nacen en el seno de comunidades rurales, a veces muy aisladas. Veamos los motivos de esta cristalización de la radio como herramienta de comunicación popular en comunidades rurales en Latinoamérica.

a) Se basa en la transmisión de mensajes a través de la palabra oral.

La oralidad ha sido y es en muchos casos la vía en que los pueblos en Latinoamérica han transmitido su conocimiento de generación en generación. Por eso, el uso de la radio para comunicarse e informarse ha sido ampliamente aceptado en este tipo de sociedades, pues no rompe con su tradición oral ancestral.

b) Altos índices de analfabetismo.

A día de hoy sigue habiendo altos índices de población analfabeta en la mayoría de países latinoamericanos, tanto en el ámbito urbano como en el rural, por lo que la transmisión oral de los mensajes es a veces la manera más efectiva de alcanzar a un mayor número de personas.

c) Gran alcance de la radio e inmediatez de la palabra.

El alcance geográfico de una emisora de radio depende de varios factores: tipo de onda que utilice (la Frecuencia Modulada, más usada por las radios comunitarias, tiene un alcance más limitado que la Amplitud Modulada), la potencia del equipo (en general, las radios comunitarias cuentan con equipos de transmisión más o menos pequeños), la altura de la antena, la orografía del terreno (cuanto más montañoso, más difícilmente llega la señal a comunidades alejadas) y la mayor o menor saturación de frecuencias en determinadas franjas del dial.

d) Los costes del equipo técnico necesario para transmitir y recibir la señal de radio son relativamente bajos.

Un equipo de transmisión sencillo se puede conseguir por unos 1000 USD o menos si es usado, y el equipo de recepción (un transistor), sale alrededor de 6USD. Estos bajos costes hacen de la radio una herramienta de comunicación asequible, incluso para comunidades de bajos recursos, pero que se organizan para reunir el capital necesario o buscan apoyos solidarios.

e) Facilidad en el aprendizaje del manejo de los equipos.

Una vez instalada la radio (lo que sí requiere algunos conocimientos técnicos más avanzados), el manejo de los equipos de transmisión del día a día es bastante sencillo. Básicamente, el equipo que utiliza un radialista es una grabadora o minidisco, la mezcladora o mixer y, en algunos casos, un ordenador. Hay emisoras de radio muy sencillas que en vez de usar el ordenador para poner la música, utilizan un discman o hasta un walkman o “radiocasetera”.

Historia de la radio comunitaria en Latinoamérica

La radio comunitaria tiene ya casi medio siglo de experiencia en Latinoamérica. Comenzó prácticamente al mismo tiempo, en 1947, en Colombia, con la escuela radiofónica impulsada por el párroco Joaquín Salcedo en la localidad de Sutatenza y en Bolivia, con Radio La Voz del Minero, que es la primera radio en manos de una comunidad con fines educativos de que se tiene constancia en Latinoamérica.

Poco a poco irían apareciendo, ya enraizadas en el Movimiento de Educación de Base brasileño, impulsado por Paulo Freire, radios que asumirían una función alfabetizadora.

Fue en los años 60 que la estrategia de las escuelas radiofónicas generó la creación de numerosas emisoras, en su mayoría patrocinadas por la Iglesia Católica, en unos 15 países de América Latina. En Mesoamérica, este auge se dio especialmente en Honduras, El Salvador, al norte e México y Guatemala.

Durante esta década, la radio pasó a reivindicar las luchas sociales que proliferaban en esa época como oposición a los regímenes autoritarios o dictatoriales, por lo que se tomó la identidad de radio popular. Y más tarde, ya en los años 80, empezó a desarrollarse el concepto de radio comunitaria, ampliando su definición en los últimos años, como radio ciudadana.

Para los movimientos guerrilleros emancipadores de los años 70 y 80 en la región fue clave en muchos casos el uso de la radio como herramienta de comunicación con sus bases. Paradigmático es el caso de Radio Venceremos, emisora clandestina del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador, caso del que hablaremos más adelante.

En la actualidad, las radios comunitarias siguen su camino, sumando a nuevas emisoras, y coordinándose en redes y alianzas para hacer frente a hostigamientos y agresiones, compartir materiales radiofónicos y de formación y configurándose como grupo de presión hacia la democratización del espectro radioeléctrico.

Radio comunitaria: entre la legalidad y la legitimidad

Aunque el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos [1] ya tiene sesenta y dos años, y se han firmado y ratificado desde entonces incontables convenios, artículos y tratados que aseguran el Derecho a la Comunicación, todavía no hay un ejercicio pleno de ese derecho a recibir, buscar y difundir información, base del derecho humano a la comunicación. También existe legislación específica que hace referencia al derecho a la comunicación de los pueblos indígenas, como el Convenio 169 OIT. Las empresas comerciales monopólicas han sido las impulsoras principales de leyes restrictivas y acusaciones de “piratería” hacia las radios y televisiones comunitarias. Y los políticos de turno les han hecho el juego. Los marcos jurídicos que regulan el desarrollo de los medios de comunicación en cada país del continente han sido históricamente más favorables a la iniciativa privada que al desarrollo de medios de comunicación no comerciales. Un caso paradigmático de esta situación es el de México, donde se vive una situación de duopolio mediático (Televisa, TVAzteca), y las radios comunitarias sufren una verdadera persecución.

Gracias a la presión de la sociedad civil, muchas veces a través de redes y organizaciones, en algunos países se ha logrado abrir el marco legal a la existencia de radios comunitarias y alternativas, venciendo la ilegalidad o alegalidad en que trabajan estas emisoras en muchas otras partes del continente. Por ejemplo, en 1995 el presidente Gaviria (1994) firmó el Decreto de Ley que reconoce la figura de radios comunitarias en Colombia, otorgándose 400 licencias para emisoras comunitarias. “Junto con Colombia, Venezuela es el país latinoamericano que presenta un marco regulatorio equitativo para la radiodifusión comunitaria y que además lleva adelante la promoción directa de estos medios a través de subsidios y capacitación para las comunidades que deseen gestionar una radio comunitaria”, señala el radialista colombiano Gustavo Gómez. Otro caso de apertura legal es el de Argentina, donde recientemente se aprobó una nueva ley de radiodifusión que contempla la existencia de un espectro radioeléctrico compartido entre las emisoras de carácter público, privado y comunitario. De esta manera la radio comunitaria sale de la clandestinidad. Pero la batalla por consolidar una legislación sensible a la existencia de medios de comunicación ni comerciales ni estatales, sino comunitarios, todavía está en marcha. Siguen estando a la orden del día los hostigamientos y amenazas a las radios y sus comunicadores y comunicadoras, el cierre de emisoras o hasta la demolición de sus instalaciones o decomiso de sus equipos. Muchas de estas radios ven en la lucha por la legalidad una batalla perdida de antemano, y deciden sustentar su existencia en la legitimidad que les otorga el apoyo de sus comunidades y el saber que están realizando una labor social, pese a que el Estado criminalice estas iniciativas. No esperarse a que los poderes políticos les concedan el derecho a la comunicación, sino tomárselo en el ejercicio cotidiano del mismo. Algunos casos paradigmáticos para ejemplificar la trayectoria e importancia de las radios comunitarias en la región.

• Radio Venceremos, FMLN, El Salvador.

Una de las pioneras en radio alternativa y combativa al servicio del pueblo. Radio guerrillera que fue la voz del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional durante la guerra civil que vivió el país los años 80s. Tras los acuerdos de paz sale de la clandestinidad, abandonando poco a poco su carácter político y transformándose en una radio comercial.

• Radio La Voz Lenca, COPINH, Honduras.

El Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras – COPINH ha dado desde sus inicios mucha importancia a la radio comunitaria para mantener informadas a sus comunidades de base (pertenecientes al pueblo lenca, en el occidente de Honduras). Cuenta con dos frecuencias en FM y una en AM (junto con una radio aymara y otra mapuche, son las únicas emisoras con licencia en manos de pueblos indígenas). La radio ha demostrado tener un gran poder de movilización y convocatoria contra megaproyectos que pretenden expoliar los recursos de las comunidades, como el Plan Puebla Panamá o los diferentes TLC.

Desde el Golpe de Estado, junto con otras radios comunitarias que empiezan a surgir en Honduras, juega un papel clave en el contexto de censura total de los medios en manos de las oligarquías que apoyaron e impulsaron el Golpe. En Honduras existe un monopolio informativo en manos de un puñado de familias oligarcas, que dibujaron el Golpe como "sucesión constitucional", ocultando la represión desatada contra el movimiento antigolpista, queriendo dar una imagen internacional de normalidad y respeto a los derechos humanos. Las radios comunitarias del país dieron voz a la resistencia y mostraron al mundo lo que estaba sucediendo en su país.

• Radio Libertad y Radio Unión La Voz de la Resistencia

Radios comunitarias ubicadas en las CPRs (Comunidades de Población en Resistencia), conformadas por población desplazada que huía de las políticas de Tierra Arrasada del Ejército durante el conflicto interno que vivió Guatemala.

Estas emisoras han sido fundamentales para difundir luchas en tiempos de paz y para hacer frente a megaproyectos mineros, extracción petrolífera y construcción de represas por parte de multinacionales extranjeras que amenazan la supervivencia de las comunidades.

Notas

[1] “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Art. 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. 1948.

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